viernes, 29 de mayo de 2015

Ronnie, el tercer mustelito.


La primera vez que tuve a uno de mis huris en brazos sentí que ese corazón que latía loco y arrebatado, le aportaba a mi vida una felicidad secreta. Pasara lo que pasara, con mi mantra "tengo hurones" (mis amados Popea y Nerón) nada podía opacarse: eran el conjuro mágico contra todas las plagas cotidianas. 
Esa alegría íntima se extinguió irremediablemente, el 6 de enero, con el último latido de mi último hurón.

Esta semana, contra todo proyecto personal, recibí a Ronnie en brazos y volví a sentir y hospedar, esa secreta felicidad.

Créanme, uno no salva a nadie, ellos nos sanan el corazón. 

Ronnie: ¡BIENVENIDO!

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